El Diablo: personificación del mal o caudillo del mundo
Las iglesias evangélicas han desarrollado una teología de tipo especulativo que no tiene límites ni tiene rigor. A lo largo de los últimos decenios esta teología especulativa se ha puesto de moda en la Iglesia Católica.
La teología especulativa ha elaborado dos conceptos que resultan muy sugerentes a las personas que tienen la mente completamente dormida. El primero de ellos es el que define al Diablo como la personificación del mal. El segundo concepto es el que define el Infierno como un estado de ausencia de Dios.
La única manera que existe de identificar las confusiones que son propias de la teología especulativa es recurriendo a las escuelas sagradas que han elaborado un conocimiento que se sostiene en la experiencia de los hombres y las mujeres que tienen la mente despierta y en nada más.
La teología especulativa explica que el ser humano lleva dentro tanto el impulso de hacer el bien como el impulso de hacer el mal y precisa construir arquetipos que personifiquen los impulsos misteriosos que percibe en su interior y un día pueden empujarlo a hacer una cosa buena y otro día puede suceder la contrario. El Diablo no sería más que un arquetipo que personificaría el mal.
Hay que reconocer que, por la misma regla de tres, a alguien se le puede ocurrir que Dios es otro arquetipo que personifica el bien, la bondad y la belleza. La teología especulativa puede dar vida a cualquier disparate que se convertirá en un nuevo somnífero de masas.
El sentido común enseña que detrás de todos los fenómenos hay una causa que tiene un poder sobre el mismo. La teología especulativa, por lo general, recurre al concepto del misterio con objeto de eludir la búsqueda de la causa del fenómeno.
El llamado misterio del mal, que suena muy bien en lengua latina, no existe y demuestra la baja calidad de la teología especulativa que lo ha definido. El mal no es un misterio sino un invento y detrás del mismo hay un inventor.
La escuela sagrada de China distingue un centro consciente del lado de la luz y un centro consciente del lado de la oscuridad que ambos son ajenos a la existencia terrenal y mantienen una confrontación permanente, entre ellos, que explica todas las cosas relevantes que suceden en la Tierra.
Es posible explicar la historia de las civilizaciones por medio de las vicisitudes que se sucedieron en la confrontación permanente entre los centros conscientes del lado de la luz y el lado de la oscuridad.
Es posible explicar, por este procedimiento, el hecho de que, cada decenio que transcurre, estén naciendo más niños que llevan dentro tanto un potencial elevado de evolución de la conciencia como el impulso a elegir el lado de la luz de la energía. Este hecho que hace cincuenta años tenía carácter marginal, pero ahora ya afecta a una minoría relevante de familias, no puede ser explicado sin recurrir a un fenómeno muy misterioso que tiene lugar en el plano espiritual de la existencia.
El hecho de que estén viniendo al mundo un número relevante de niños y niñas que llevan dentro los impulsos de la compasión, la conciliación, el impulso creativo y la búsqueda de la verdad, en un grado elevado, no puede ser explicado por la filosofía racionalista por el hecho de que está faltada de compresión acerca de la dimensión espiritual de la realidad.
Este hecho tan importante tampoco puede ser explicado por las doctrinas religiosas tradicionales que se sustentan en el pensamiento de los Padres de la Iglesia y los filósofos escolásticos que eran hombres que, en la mayoría de los casos estaban orientados por la buena voluntad, pero tenían la mente profundamente dormida.
Mi maestro contempla a Jesucristo como el maestro más elevado que ha pisado la Tierra porque consiguió meter en la mente humana la acción de perdonar al enemigo más dañino que cumple la función de hacer humilde al discípulo y la acción de parar la otra mejilla, frente a la más brutal de todas las agresiones, lo cual cumple la función de desactivar el odio de los malvados y deshacer el más potente de los mecanismos de inversión de la energía.
Mi maestro aprecia especialmente a Jesucristo porque mantuvo un pulso muy claro con Lucifer y luego de vencerlo lo obsequió con los títulos de Padre de la Mentira y Caudillo del Mundo. Mi maestro no tiene ninguna necesidad de contemplar a Dios y al Diablo ya que la cosmología de los chinos no precisa de uno y otro para explicar cualquier cosa con un rigor asombroso, pero dispone de inteligencia y humildad suficientes para comprender que estos conceptos, revelados a otra civilización, son piezas imprescindibles del laberinto de la verdad que debe ser construido por medio del diálogo sincero en el que no podrá faltar nadie.
Ningún cristiano serio puede dudar de la existencia del Diablo después de estudiar la experiencia de Jesucristo. Esto significa que la teología especulativa, que explica que Lucifer es la personificación del mal, no se sustenta en el magisterio de Jesucristo y ni siquiera en su experiencia personal que está muy bien documentada en los evangelios.
Lucifer es el Padre de la Mentira porque ha desarrollado el invento de las mentiras contrapuestas que se retroalimentan entre ellas. Las mentiras contrapuestas son, de hecho, medias verdades y el grado de verdad que contienen puede ser muy potente. Si no fuera así la mentira no tendría credibilidad y no podría cumplir la función de ser un somnífero de masas que se retroalimenta de maravilla con otro somnífero de masas.
La filosofía racionalista, que ha adquirido carácter totalitario en el mundo académico, todavía mantiene un prestigio elevado a pesar de que se sustenta en la negación de la dimensión espiritual de la realidad y el ser humano. No cabe duda de que la parte de verdad que contiene esta filosofía es extremadamente potente y hace difícil contemplar el engaño que es igual de potente.
Sucede que el engaño de la filosofía racionalista se retroalimenta, de maravilla, con otro engaño que es la doctrina religiosa que afirma, sin ningún rubor, que hay cosas que deben ser creídas a pesar de que no puedan ser demostradas, por medio del método científico de conocimiento, lo cual constituye una ofensa a la razón del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios.
Jesucristo exhorto a sus discípulos a buscar la verdad y aseguró que sólo el conocimiento de la verdad hace libres a los seres humanos. Este mandato tiene la posibilidad de permitir, a los hombres y las mujeres, tanto la construcción de la ciencia verdadera como la religión verdadera que ahora mismo deben ser contempladas como simples hipótesis aunque las escuelas sagradas tengan una larga experiencia acerca de ambas materias.
La ciencia verdadera y la religión verdadera serán dos caras de una moneda que sólo podrá ser la consciencia de la realidad cuya evolución tiene unas posibilidades inimaginables para alguien que permanece detenido en la planta baja de la pagoda e incluso para aquellos que poseen la experiencia de la primera y la segunda planta.
Esta afirmación ahora mismo obliga a encogerse de hombros tanto al hombre de mente científica como al hombre de mente religiosa. Tengo el convencimiento de que, en algún momento del Siglo XXI, esta afirmación aparecerá clara como el agua del arroyo de la sierra ante las personas que hayan alcanzado el estado de la mente despierta y se hayan tomado en serio el camino del guerrero.
Lucifer sigue siendo el Caudillo del Mundo al cabo de dos mil años de que Jesucristo abandonara la Tierra. Tengo el convencimiento de que, en algún momento del Siglo XXI, será posible demostrar, por medio de tesis doctorales serias, que existe un entramado de sociedades secretas que posee el dominio sobre el dinero en mayúsculas en todos los continentes. También será posible demostrar que el entramado de las sociedades secretas se sostiene en una religión igualmente secreta cuyo dios sólo puede ser el Diablo aunque sea disfrazado tras el arquetipo de la Diosa Mamona u otro.
Lucifer posee un poder muy superior al que le han reconocido los teólogos serios que aceptan que es un ser real y no un arquetipo que personifica el mal. El análisis del sistema de poder, que tiene el dominio sobre el mundo, muestra que en la cúspide del mismo hay individuos que gozan de la autoridad absoluta cuando imponen directrices estratégicas de carácter general y también gozan de impunidad absoluta frente a cualquier institución humana que se proponga averiguar alguna cosa que ellos han decidido mantener oculta. Hay bastantes periodistas de investigación que tienen indicios acerca de este tema, pero se encogen de hombros porque saben muy bien que el dinero en mayúsculas tiene poder para tapar casi todas las bocas y comprar casi todas las voluntades.
El Infierno no es un estado de ausencia de Dios y tampoco es un lugar de castigo de Dios. El Infierno es un centro de poder, de dimensión cósmica, que tiene un carácter sumamente elitista ya que son muy pocos los seres humanos que logran celebrar los ritos religiosos que permiten entregar al alma a Lucifer a cambio de alcanzar el poder verdadero en la Tierra que incluye la impunidad y la autoridad absoluta a la hora de imponer directrices estratégicas de carácter general.
El Infierno es un centro de poder, de dimensión cósmica, que tiene una pata en la Tierra a la que es lícito dar el nombre de Club de los Dueños del Mundo. Los semejantes que forman parte de este club no precisan tener ninguna visibilidad ni vivir en la opulencia ya que todos ellos han alcanzado un nivel elevado de evolución de la consciencia, por el lado de la oscuridad, lo cual les ha permitido entregar el alma a su maestro y asegurarse una plaza en su reino por los siglos de los siglos.
Mi maestro tiene el convencimiento de que la divulgación de la verdad acerca del sistema de poder, que tiene el dominio sobre el mundo, podrá iniciarse a partir del año 2020. Mientras tanto no hay más remedio que ejercer la virtud de la paciencia.
Mi maestro también tiene el convencimiento de que el cambio de paradigma que debe hacer la humanidad precisará del transcurrir de dos generaciones. Si las cosas suceden de esta manera significa que los niños que, ahora asisten a las escuelas primarias, serán ancianos el día que el mundo sea completamente distinto de cómo ha sido a lo largo de los siglos y los milenios.
La hipótesis de mi maestro puede explicar la revelación que contiene el evangelio si se acepta que la existencia de una masa crítica de seres humanos que hayan llevado a cabo el proceso de renacer del espíritu, de acuerdo con el mandato de Jesucristo, tendrá la posibilidad de convertirse en instrumentos del Plan Divino por medio de su ejemplo positivo.
Los discípulos de Jesucristo tenemos la posibilidad de dar un paso más y contemplar la hipótesis de que el proceso de evolución de la conciencia, de una masa crítica de semejantes, constituya el instrumento que haga posible la extensión del Reino de Dios sobre la Tierra tal como piden todos los cristianos cuando rezan la oración del Padrenuestro.
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